Ejercicio de épica
Llevaba un mes planeando esta ocasión. Estaba feliz de poner en práctica lo aprendido en la escuela forense. Por eso esperó a que llegara su novio, ebrio como todos los viernes, puntual a las 3 de la mañana. Esperó a que cayera dormido en el sofá y entonces le pegó con un sartén de teflón. Lo arrastró por el piso de mármol. Lo metió en un bote repleto de ácido. Cerró el bote y esperó hasta la tarde siguiente. Y cuando terminó de lavar, abrió el agua del lavadero y vertío todo el liquido maloliente al drenaje. Sí. Ahora podría confirmar su teoría del crimen perfecto. El maestro le tenía que haber puesto 10.